Alejandro Acobino (Buenos Aires, 1969-2011) dejó cuatro obras teatrales que marcaron al abigarrado off porteño. Cuatro obras muy diferentes en sus temas y procedimientos, que configuran palmariamente una poética orgánica y potente.
En Continente viril, la neutralidad autista del científico Sosnowsky lo ciega a la dimensión política de su medio (la base militar antártica). Allí resuenan ecos de la última dictadura (la obediencia debida del asistente Perrupato y la resentida esperanza del coronel a cargo de la base: que alguna vez estos civiles ingratos le agradezcan la masacre).
Rodando, escrita junto con Germán Rodríguez, es su apuesta escénica más radical. Pura tensión y teatralidad: se trata de una road movie que un director hemipléjico cuenta y pretende filmar, y las peripecias que la sabotean y desvían (la road movie vivida en tiempo real, es decir, la obra ante el espectador).
En Hernanito dos universos opuestos se conjugan, la industria y la ventriloquia, en un personaje disociado que sucumbe cuando se evidencia la atrocidad en su relación con el muñeco.
Finalmente, en Absentha, ambientada en un descascarado taller de poesía, los juegos de subordinación y manipulación del profesor tallerista les nublan a sus alumnos su propia e irremontable idiotez estética. Un texto en el que los personajes se escriben a partir de sus extraordinarios poemas malos.
Como todo artista profundo, Acobino emitió y seguirá emitiendo una imagen del mundo reveladora y desafiante.
Además de las cuatro obras mencionadas, este libro incluye un prólogo de Fernando Molle, quien sostiene que el grotesco acobiano no hace más que despertarnos de nuestra realidad irrisoria; una extensa y minuciosa entrevista realizada por David Jacobs, un estudio crítico de Jimena Trombetta y un análisis específico sobre Continente viril realizado por Natacha Koss.
Alejandro Acobino (Buenos Aires, 1969-2011) dejó cuatro obras teatrales que marcaron al abigarrado off porteño. Cuatro obras muy diferentes en sus temas y procedimientos, que configuran palmariamente una poética orgánica y potente.
En Continente viril, la neutralidad autista del científico Sosnowsky lo ciega a la dimensión política de su medio (la base militar antártica). Allí resuenan ecos de la última dictadura (la obediencia debida del asistente Perrupato y la resentida esperanza del coronel a cargo de la base: que alguna vez estos civiles ingratos le agradezcan la masacre).
Rodando, escrita junto con Germán Rodríguez, es su apuesta escénica más radical. Pura tensión y teatralidad: se trata de una road movie que un director hemipléjico cuenta y pretende filmar, y las peripecias que la sabotean y desvían (la road movie vivida en tiempo real, es decir, la obra ante el espectador).
En Hernanito dos universos opuestos se conjugan, la industria y la ventriloquia, en un personaje disociado que sucumbe cuando se evidencia la atrocidad en su relación con el muñeco.
Finalmente, en Absentha, ambientada en un descascarado taller de poesía, los juegos de subordinación y manipulación del profesor tallerista les nublan a sus alumnos su propia e irremontable idiotez estética. Un texto en el que los personajes se escriben a partir de sus extraordinarios poemas malos.
Como todo artista profundo, Acobino emitió y seguirá emitiendo una imagen del mundo reveladora y desafiante.
Además de las cuatro obras mencionadas, este libro incluye un prólogo de Fernando Molle, quien sostiene que el grotesco acobiano no hace más que despertarnos de nuestra realidad irrisoria; una extensa y minuciosa entrevista realizada por David Jacobs, un estudio crítico de Jimena Trombetta y un análisis específico sobre Continente viril realizado por Natacha Koss.