En el verano de 1940, en un puerto mexicano sobre la costa del Pacífico, cinco personas entrelazan y definen sus vidas.
Entre el desborde de una naturaleza acuciante y el eco lejano de la angustia que se extiende por Europa, buscan un sentido para su existencia, una explicación del misterio que les impone buscar el dolor y aceptar la soledad. Shannon la busca en su propia humillación, Maxine en el placer absorbente de la carne, Ana en la aceptación serena de un orden natural; en extremos opuestos, la adolescente Charlotte aún no comprende lo que desea y el anciano Nonno -el poeta vagabundo que cruza el drama con cierto superior desprendimiento- ya lo ha hallado.
Pocos autores contemporáneos dominaron como Tennessee Williams (1911-1983) todos los recursos del espectáculo dramático y supieron desprender de una situación, de un dialogo, de un gesto, tanta intensidad poética. La noche de la iguana, una de sus obras más hermosas y maduras, da cuenta de esa calidad literaria y ese vigor escénico.
En el verano de 1940, en un puerto mexicano sobre la costa del Pacífico, cinco personas entrelazan y definen sus vidas.
Entre el desborde de una naturaleza acuciante y el eco lejano de la angustia que se extiende por Europa, buscan un sentido para su existencia, una explicación del misterio que les impone buscar el dolor y aceptar la soledad. Shannon la busca en su propia humillación, Maxine en el placer absorbente de la carne, Ana en la aceptación serena de un orden natural; en extremos opuestos, la adolescente Charlotte aún no comprende lo que desea y el anciano Nonno -el poeta vagabundo que cruza el drama con cierto superior desprendimiento- ya lo ha hallado.
Pocos autores contemporáneos dominaron como Tennessee Williams (1911-1983) todos los recursos del espectáculo dramático y supieron desprender de una situación, de un dialogo, de un gesto, tanta intensidad poética. La noche de la iguana, una de sus obras más hermosas y maduras, da cuenta de esa calidad literaria y ese vigor escénico.